Pensamiento Humanista
Origen del Humanismo
El
humanismo es un movimiento intelectual, filológico, filosófico y
cultural europeo estrechamente ligado al Renacimiento cuyo origen se
sitúa en el siglo XIV en la península Itálica (especialmente en
Florencia, Roma y Venecia) en personalidades como Dante Alighieri,
Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio. Buscan la Antigüedad
Clásica y retoma el antiguo humanismo griego del siglo de oro y
mantiene su hegemonía en buena parte de Europa hasta fines del siglo
XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de los
cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica
de Europa, fundamentalmente al coludir con los principios propugnados
por las reformas (luterana, calvinista, etc.), la Contrarreforma
católica, la Ilustración y la Revolución francesa del siglo XVIII.
La
expresión studia humanitatis fue contrapuesta por Coluccio Salutati
a los estudios teológicos y escolásticos cuando tuvo que hablar de
las inclinaciones intelectuales de su amigo Francesco Petrarca; en
éste, humanitas significaba propiamente lo que el término griego
filantropía, amor hacia nuestros semejantes, pero en él el término
estaba rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras
clásicas. En el siglo XIX se creó el neologismo germánico
Humanismus para designar una teoría de la educación en 1808,
término que se utilizó después, sin embargo, como opuesto a la
escolástica (1841) para, finalmente, (1859) aplicarlo al periodo del
resurgir de los estudios clásicos por Georg Voigt, cuyo libro sobre
este periodo llevaba el subtítulo de El primer siglo del Humanismo,
obra que fue durante un siglo considerada fundamental sobre este
tema.
El
Humanismo propugnaba, frente al canon eclesiástico en prosa, que
imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple
vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, los studia
humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos
fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas
de ellas entonces buscadas en las bibliotecas monásticas y
descubiertas entonces en los monasterios de todo el continente
europeo.
En
consecuencia el humanismo debía restaurar todas las disciplinas que
ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de estos autores de
la Antigüedad Clásica, a la que se consideraba un modelo de
conocimiento más puro que el debilitado en la Edad Media, para
recrear las escuelas de pensamiento filosófico grecolatino e imitar
el estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se
desarrollaron extraordinariamente la gramática, la retórica, la
literatura, la filosofía moral y la historia, ciencias ligadas
estrechamente al espíritu humano, en el marco general de la
filosofía: las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre
libre frente al dogmatismo cerrado de la teología, expuesto en
sistemáticos y abstractos tratados que excluían la multiplicidad de
perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola,
típicos géneros literarios humanísticos, junto a la biografía de
héroes y personajes célebres, que testimonia el interés por lo
humano frente a la hagiografía o vida de santos medievales, y la
mitología, que representa un rico repertorio de la conducta humana
más sugerente para los humanistas que las castrantes leyendas
piadosas, vidas de santos y hagiografías de Jacopo della Voragine y
su leidísima Leyenda dorada. Este tipo de formación se sigue
considerando aún hoy como humanista.
La
invención de la imprenta: este invento de Gutenberg permitió el
abaratamiento del costo y la difusión de los libros, garantizando la
difusión masiva de las ideas humanistas y la aparición del sentido
crítico contra el magister dixit o argumento de autoridad medieval.
La llegada
al solio pontificio de Tomas Parentucelli, (Papa Nicolás V) y de
Eneas Silvio Piccolomini, (Pío II) convierte a Roma en uno de los
grandes focos del Humanismo.
La acción
de los mecenas: los mecenas eran personas que con su protección
política, con su aprecio por el saber antiguo, con su afán
coleccionista o con la remuneración económica a los humanistas para
que se establecieran o costearan sus obras en la imprenta,
facilitaron el desarrollo del Humanismo. Estas personas reunían
obras clásicas y llamaban a eruditos conocedores de la literatura
griega y romana; por si eso fuera poco, los acogían en sus palacios.
Entre los mecenas más destacados sobresalen: la familia de los
Médici de Florencia Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico y su
hermano Juliano de Médicis, los pontífices romanos Julio II y León
X, Cristina de Suecia.
Características del Pensamiento Humanista
Algunos
de los rasgos ideológicos del humanismo son:
Estudio
filológico de las lenguas e interés por la recuperación de la
cultura de la Antigüedad clásica.
Creaciones
artísticas basadas imitación o mímesis de los maestros de la
civilización grecolatina.
El
antropocentrismo o consideración de que el hombre es importante, su
inteligencia el valor superior, al servicio de la fe que le une con
el Creador.
Se restaura
la fe en el hombre contemporáneo porque posee valores importantes
capaces de superar a los de la Antigüedad Clásica.
Se vuelve a
apreciar la fama como virtud de tradición clásica, el esfuerzo en
la superación, y el conocimiento y disfrute de lo sensorial.
La razón
humana adquiere valor supremo.
El deseo de
la unidad política y religiosa de Europa bajo un sólo poder
político y un solo poder religioso separado del mismo: se reconoce
la necesidad de separar moral y política; autoridad eterna y
temporal.
El
equilibrio en la expresión, que debe ser clara, y no recargada ni
conceptuosa: «El estilo que tengo me es natural y, sin afectación
ninguna, escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar vocablos
que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígalo cuanto más
llanamente me es posible porque, a mi parecer, en ninguna lengua está
bien la afectación.» (Juan de Valdés).
La
idealización y estilización platónica de la realidad. Se pinta la
realidad mejor de lo que es, se la ennoblece (nobilitare). El arte
humanista toma la materia popular y la selecciona para transformarla
en algo estilizado e idealizado, de la misma manera que la novela
pastoril recrea una vida campestre desprovista de las preocupaciones
habituales al campesino. El
optimismo frente al pesimismo y milenarismo medievales. Existe fe en
el hombre: la idea de que merece la pena pelear por la fama y la
gloria en este mundo incita a realizar grandes hazañas y emular las
del pasado. La fe se desplaza de Dios al hombre.
La lógica
aristotélica frente al argumento de autoridad medieval: la imprenta
multiplica los puntos de vista y los debates, enriqueciendo el debate
intelectual y la comunicación de las ideas. En
sus comienzos, el humanismo es un movimiento regenerador y en sus
principios básicos se encuentra ya bosquejado en tiempos muy
anteriores.
Principales Pensadores Humanistas
Los
autores más señeros de éste movimiento fueron:
Dante
Alighieri (1265-1321), fue el primero en situar a la Antigüedad en
el centro de la vida cultural.
Francesco
Petrarca (1304-1374), es conocido como el padre del humanismo. Fue el
primero en señalar que para ser culto y adquirir verdadera
humanidad, era indispensable el estudio de las lenguas y letras de
los clásicos.
Giovanni
Boccaccio (1313-1375), al igual que Petrarca, dedicó su vida al
estudio de los clásicos, especialmente a los latinos, y realizó un
importante compendio mitológico, la Genealogía de los dioses
paganos.
Coluccio
Salutati (1331–1406).
Gemisto
Pletón (1355-1452). Humanista y filósofo bizantino, unos de los
principales impulsores del estudio del griego en el mundo latino, y
del platonismo.
Leonardo
Bruni (1374-1444), a quien se debe un profundo impulso a la
traducción de la literatura griega.
Poggio
Bracciolini (1380–1459), gran perseguidor de manuscritos por toda
Europa; a él se debe principalmente la recuperación de numerosos
escritos de Cicerón y de otros autores importantes como Lucrecio y
la consideración del latín como una lengua viva y aún creativa.
Antonio
Beccadelli el Panormitano (1394-1471), jurista, poeta y erudito
italiano.
Leon
Battista Alberti (1404-1472). Sacerdote, humanista y secretario
personal de seis papas, Doctor en Derecho Canónico, físico,
matemático y arquitecto.
Lorenzo
Valla (1407-1457), fundador de la filología por su estudio de los
poetas latinos y su proposición de una nueva gramática.
Alfonso de
Palencia (1423-1492), historiador y políglota.
Giovanni
Pontano (1426-1503), poeta neolatino e historiador italiano.
Marsilio
Ficino (1433-1499), que divulgó la filosofía de Platón por Europa.
Antonio
de Nebrija (1441-1522), que logró renovar los métodos de enseñanza
de las lenguas clásicas en España.
Gonzalo
García de Santa María (1447-1521).
Angelo
Poliziano (1454-1494), humanista y poeta italiano.
Lucio
Marineo Sículo (1460-1533).
Pico della
Mirandola (1463-1494), quien probablemente haya sido el primero en
utilizar la palabra humanista para referirse al nuevo movimiento. Fue
el autor de un Diálogo sobre la dignidad del hombre.
Erasmo de
Rotterdam (1469 - 1536), fue la gran figura intelectual en el debate
entre católicos y protestantes y creador de una corriente personal
dentro del humanismo de crítica del cristianismo medieval
tradicional, el erasmismo, a través de sus Colloquia y diversos
opúsculos.
Guillaume
Budé (1467-1540), humanista francés que editó en su país
numerosos autores clásicos grecolatinos.
Hernán
Núñez de Toledo el Comendador Griego (1475-1553), helenista y
humanista.
Tomás Moro
(1478-1535), humanista inglés autor de un escrito satírico que
sirvió de modelo a otros muchos, la Utopía, y se enfrentó en
defensa de sus ideas al rey Enrique VIII.
Giulio
Cesare Scaligero (1484-1558), gran filólogo y preconizador de la
imitatio ciceroniana frente a la imitatio ecléctica de Erasmo de
Rotterdam.
Juan Luis
Vives (1492-1540), amigo de Erasmo y de Tomás Moro, el primero en
tratar la psicología como disciplina científica y con
contribuciones originales en todo tipo de materias.
Robert
Estienne (1503-1559), humanista francés con labor comparable al del
impresor y humanista Aldo Manuzio en Italia.
Michel de
Montaigne (1533-1592), quien vertió a la lengua vulgar lo más
selecto del pensamiento grecolatino creando el género del ensayo,
típicamente humanista.
Todos
estos y muchos otros, crearon el espíritu de una nueva época, el
Renacimiento, que se expandió a través del invento de la imprenta y
las magníficas ediciones de clásicos del impresor Aldo Manuzio y
sus hijos y discípulos.
Vertientes de la Filosofía Humanista
El Humanismo Cristiano
La
interpretación del Cristianismo en clave humanista se desarrolla en
la primer mitad de este siglo como parte de un vasto proceso —que
comienza en el siglo pasado y se continúa hasta nuestros días— de
revisión de las doctrinas cristianas a fin de adaptarlas al mundo
moderno; un mundo con respecto al cual la Iglesia católica había
adoptado, durante siglos, a partir de la Contrarreforma, una posición
de neto rechazo o de abierta condena.
A
partir del Renacimiento, la autoridad espiritual de la Iglesia, que
por mil años había sido la depositaria de la visión cristiana en
Occidente, fue declinando cada vez más en un crescendo de eventos
apócales: la cultura del humanismo invierte la imagen que el
cristianismo medieval había construido del hombre, la naturaleza y
la historia; luego la Reforma protestante divide a los cristianos de
Europa; en el Seiscientos y sobre todo en el Setecientos, las
filosofías racionalistas, que se habían difundido entre las clases
cultas, ponen en discusión la esencia misma del cristianismo.En
el Ochocientos, las ideologías liberales o socialistas de trasfondo
científico, que se desarrollaron paralelamente a la expansión de la
revolución industrial, conquistan el rol de guía en la organización
de la sociedad y en la definición de sus fines e ideales que hasta
ese entonces había desempeñado la religión, dejándole a ésta un
rol marginal. Finalmente, en este siglo, la rápida difusión del
ateísmo, que se transformó rápidamente en un fenómeno de masas,
pone en peligro la sobrevivencia misma de la Iglesia como
institución.
Al
humanismo antropocéntrico así descrito, Maritain contrapone un
Humanismo cristiano, que define como integral o teocéntrico. He
aquí cómo se expresa: «Llegamos de este modo a distinguir dos
tipos de humanismo: un humanismo teocéntrico, o verdaderamente
cristiano, y un humanismo antropocéntrico del cual son responsables
el espíritu del Renacimiento y el de la Reforma... El primer tipo
de humanismo reconoce que Dios es el centro del hombre, implica el
concepto cristiano del hombre pecador y redimido, y el concepto
cristiano de gracia y libertad... El segundo cree que el hombre es
el centro del hombre y, por ende, de todas las cosas, e implica un
concepto naturalista del hombre y de la libertad. Si este concepto
es falso, se entiende por qué el Humanismo antropocéntrico merece el
nombre de humanismo inhumano y que su dialéctica deba ser
considerada la tragedia del humanismo».
l
humanismo teocéntrico así entendido, Maritain le confía la tarea
de reconstruir una “nueva cristiandad” que sepa reconducir la
sociedad profana a los valores y al espíritu del Evangelio. Pero
esta renovada civilización cristiana deberá evitar repetir los
errores del Medioevo, y en particular la pretensión de someter el
poder político al religioso. Deberá, en cambio, preocuparse por
integrar los dos tipos de aspiraciones
humanas y amalgamar las actividades profanas con el aspecto
espiritual de la existencia.
La
interpretación cristiana que Maritain dio del humanismo fue acogida
en forma entusiasta en algunos sectores de la Iglesia y entre varios
grupos laicos. Inspiró numerosos movimientos católicos
comprometidos con la acción social y la vida política, por lo que
resultó ser un arma ideológica eficaz sobre todo contra el
marxismo.
El
Humanismo Marxista Después
de la Segunda Guerra Mundial, el “modelo” de marxismo que Lenin
había instaurado en la Unión Soviética estaba sufriendo una
dramática y profunda crisis, mostrando con Stalin el rostro de una
despiadada dictadura. Es en este contexto que se desarrolla una
nueva interpretación del pensamiento de Marx –en oposición y como
alternativa a la “oficial” del régimen soviético– que se
conoce como “humanismo marxista”. Y
es así entonces que, a partir de los años Cincuenta, con el desafío
a nivel de interpretación teórica que el humanismo marxista lanza a
la doctrina “ortodoxa” del régimen soviético, se asiste a un
áspero enfrentamiento entre dos modos mutuamente excluyentes de
entender el pensamiento de Marx. Pero tal situación no representaba
una novedad o una anomalía en la historia del marxismo: al
contrario, era casi una constante. El pensamiento de Marx ha
conocido, durante el arco de su desarrollo y por diversos motivos,
una amplia variedad de interpretaciones. En
los años inmediatamente posteriores a la muerte de su fundador
(1883), o sea en el tiempo de la Segunda Internacional (1889), el
marxismo era interpretado prevalentemente como “materialismo
histórico”, al que se entendía como una doctrina “científica”
de las sociedades humanas y de sus transformaciones, fundada en
hechos económicos y encuadrada en el contexto más amplio de una
filosofía de la evolución de la naturaleza desarrollada por Engels. En
el siglo XX, la victoria de la revolución proletaria en Rusia y su
fracaso en Alemania y en el resto de Europa Occidental impusieron la
interpretación del marxismo elaborada primero por Plejanov y Lenin,
y más tarde por Stalin. También
en este caso se entiende al marxismo como una “ciencia”, pero no
en el sentido de una disciplina propiamente experimental: se trata
ahora de una ciencia filosófica considerada “superior”, que se
basa en la aplicación de las leyes de la dialéctica hegeliana a los
fenómenos naturales, y que integra y supera a las ciencias
empíricas. Con Stalin, el “materialismo dialéctico” se
transforma en la doctrina
oficial del partido marxista-leninista soviético y de los partidos
comunistas que dependen de él.
El
Humanismo Existencialista
Inmediatamente
después de la segunda guerra mundial, el panorama cultural francés
se ve dominado por la figura de Sartre y por el existencialismo, la
corriente de pensamiento que él contribuyó a difundir a través de
su obra de filósofo y escritor, y de su engagement o compromiso
político-cultural.
La
formación filosófica de Sartre recibe principalmente la influencia
de la escuela fenomenológica. Becado en Alemania en los años
1933-34, Sartre entra en contacto directo con el pensamiento de
Husserl y Heiddeger. Es precisamente en la fenomenología y en su
método de investigación que Sartre encuentra los instrumentos para
superar la filosofía académica francesa de su tiempo, fuertemente
teñida de espiritualismo e idealismo, y hacia la que siente un neto
rechazo.
La
búsqueda de Sartre parte del campo de la sicología. Es más, su
ambición juvenil es revolucionar los fundamentos de esta ciencia.
Sartre se siente profundamente insatisfecho con la sicología
moderna, con su planteo positivista y su pretensión de tratar a los
fenómenos síquicos como si fueran fenómenos naturales,
aislándolos, separándolos de la conciencia que los ha constituido.
Para Sartre –que hace propia la posición de Husserl– la
conciencia no es un simple contenedor de “hechos” síquicos, ni
una suerte de espejo que pasivamente refleja, o deforma, la realidad
externa; la conciencia es fundamentalmente intencional, activa, posee
su propio modo de estructurar los datos sensibles y de construir
“realidades” que, aun dependiendo de éstos, presentan
características que les son propias y específicas.
La
aplicación del método fenomenológico a temas de sicología se
formaliza en tres ensayos: La imaginación (1936), Esbozo de una
teoría de las emociones (1939) y Lo imaginario (1940). Para Sartre
no se trata de estudiar esta o aquella emoción, o de recoger datos
sobre particulares comportamientos emotivos –como lo haría un
sicólogo tradicional–, sino de ir a las estructuras fundamentales
de la conciencia que permiten y explican el fenómeno emotivo.
Pero
Sarte no tarda en alejarse de Husserl por la importancia central que
éste asigna a los aspectos lógicos y gnoseológicos en su
investigación. Para Sartre, en cambio, es fundamental el estudio de
la relación entre la conciencia humana real, existente, y el mundo
de las cosas al que la conciencia, por su misma constitución, hace
siempre referencia, pero por el que se siente limitada y oprimida.
Sartre
reformula el concepto fundamental de la fenomenología –la
intencionalidad de la conciencia– como trascendencia hacia el
mundo: la conciencia trasciende a sí misma, se supera continuamente
hacia el mundo de las cosas. Pero el mundo, a pesar de ser el soporte
de la actividad intencional de la conciencia, no es reductible a
ésta: es lo otro para la conciencia, es la realidad de las cosas y
los hechos, realidad maciza y opaca, dada, gratuita.
Pero
la conciencia, que es el fundamento de todo, por su propia
contingencia no puede encontrar justificación para sí ni en el
mundo ni en sí misma. En la conciencia se presenta entonces una
dualidad –ineludible en cuanto constitutiva– que deja entrever un
fondo indescifrable, de no-trasparencia: aun siendo libertad para
crear nuevos posibles, libertad de dar significado al mundo, la
conciencia no puede jamás conformar un significado definitivo, no
puede jamás llegar a la cristalización de un valor.
En
la conclusión de El ser y la nada se dice: «...el para-sí es
efectivamente perpetuo proyecto de fundarse en cuanto ser y perpetua
derrota de este proyecto».
Aun
con esta definición más restringida, Sartre no abandona el tema
central de toda su filosofía: que la libertad es constitutiva de la
conciencia humana. Y aun en los años Setenta, discutiendo con los
gauchistes de la revuelta estudiantil del ‘68, Sartre –ya casi
ciego– reafirma que los hombres no son jamás totalmente
identificables con sus condicionamientos, que la alienación es
posible precisamente porque el hombre es libre, porque no es una
cosa.
Éste
es, en rápida síntesis, el camino filosófico recorrido por Sartre.
Camino sufrido, lleno de cambios y autocríticas, pero siempre
“dentro de una cierta permanencia”. Sartre debió continuamente
responder a los ataques de los burgueses ‘de bien’, de los
católicos y de los marxistas, pero las críticas más profundas y
radicales al intento de dar una formulación humanista a su
filosofía, las recibió de Heidegger, es decir, de aquél que había
sido el inspirador de varios aspectos de su existencialismo.
El
Personalismo Psicológico
El
personalismo es una corriente filosófica que pone el énfasis en la
persona. Considera al hombre como un ser subsistente y autónomo,
esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con
un valor en sí mismo que le impide convertirse en un mero objeto. Un
ser moral, capaz de amar, de actuar en función de una actualización
de sus potencias y finalmente de definirse a sí mismo considerando
siempre la naturaleza que le determina.
ORÍGENES
El personalismo como corriente
de pensamiento tiene lugar dentro de un medio rodeado por diversas
ideologías propias de la situación política que el mundo
atravesaba durante la primera mitad del siglo XX.
El capitalismo por su parte
proclamaba la libertad del individuo y su derecho a la propiedad
privada pero después no establecía mecanismos solidarios entre los
sujetos, sino que cada uno debía resolver sus problemas con sus
propias fuerzas y recursos.
En
respuesta al capitalismo, el marxismo como ideología de gran
popularidad en el viejo mundo ofrecía un enfrentamiento con el
opresor a través de la lucha de clases para reapropiarse de los
medios de producción que habían usurpado los explotadores. El
hombre estaba subordinado a la humanidad total para lo que se buscaba
el llamado paraíso comunista.
PRECURSORES
Emmanuel Kant
A
Kant se le considera precursor del Personalismo por sus aportes en
torno a la concepción de persona como valor absoluto,
distinguiéndola radicalmente de las cosas u objetos. Estas
intuiciones han servido para colocar cimientos a la propuesta
filosófica y cultural del Personalismo.
Para
Kant (1724-1804), a finales del s. XVIII y después de la Revolución
francesa, la jerarquía epistemológica se ha invertido. Hay una
primacía de la ética sobre la política, en consonancia con una
revalorización de la persona, entendida siempre como un fin en sí
misma, frente al conjunto de las cosas, no más que meros medios
disponibles para la persona (cabe destacar que la forma más digna de
referirnos al ser humano, persona, en lenguas latinas se declina en
femenino).
Está
claro que el individualismo de la antropología kantiana o la de
J.S.Mill (1806-1873) no es posesivo, como el de Hobbes o Locke.
Además, siguiendo a Kant, la escuela de Fráncfort y otras
ofrecieron un modo de contractualismo que admite una pluralidad de
derechos y deberes que benefician al conjunto de la humanidad.
Jacques
Maritain
Maritain
es considerado generalmente como uno de los representantes
contemporáneos del tomismo y personalismo comunitario, pues fue el
primero que desarrollo técnicamente algunos temas personalistas,
además de inventar parte de la terminología e influir de este modo
en Emmanuel Mounier, y éste es sin duda la fuente principal de su
pensamiento.
Emmanuel
Mounier
La filosofía de Mounier
afirma que el individuo es la dispersión de la persona en la
materia, dispersión y avaricia. Afirma que la persona no crece más
que purificándose del individuo que hay en ella, la persona llega a
reivindicarse como ser concreto y por ello relacional y comunicativo,
es decir, comunitario.
Sobre
la persona
“Una
persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de
subsistencia; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una
jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por
un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así
toda su actividad en la libertad y desarrolla, por añadidura, a
impulsos de actos creadores la singularidad de su vocación”.
El
hombre es todo cuerpo, pero también, es todo espíritu. Esta última
noción restaura la dignidad inherente que Sartre rechaza, mientras
combate la convicción de Marx, de que el hombre es únicamente
cuerpo. El hombre no puede existir sin el cuerpo, ciertamente, pero
es el reconocimiento de su espíritu el que completa la antropología
que Marx rechaza.
Humanismo
y Debate de la Modernidad
El Pensamiento Moderno En
el pensamiento moderno es un lugar común relacionar de manera
estrecha el Humanismo con la Declaración de Derechos Humanos. Es
decir, las sociedades democráticas modernas se hacen eco de los
grandes pensadores de la libertad de pensamiento, como Locke,
Rousseau, Kant hasta Rawls, los cuales no conciben una sociedad justa
sin el respeto a la libertad y a los derechos fundamentales del
hombre. No obstante, el concepto de “Humanismo” surge en un
contexto histórico totalmente diferente, en el Renacimiento; el
humanismo se desarrolla de manera excepcional en la Academia
florentina con Ficino, Pico della Mirandola y otros autores.
El
concepto de Humanismo en el Renacimiento no es totalmente ajeno al
pensamiento actual; sin embargo, lo que más choca al hombre
democrático de nuestro tiempo es la estrecha relación que existía
en el Renacimiento entre el humanismo y los estudios literarios. No
obstante, si sustituimos la palabra “literatura” por la palabra
“educación”, el concepto renacentista de humanismo recupera su
pleno sentido (nos viene a la memoria el Emilio de Rousseau), aunque
el Renacimiento hace especial hincapié en los Studia Humanitatis, es
decir, en los estudios literarios que corresponden a las Humanidades,
o sea, con los contenidos de las escuelas de humanidades más que con
los valores humanos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos.
¿Existe alguna relación profunda que se nos escapa entre leer a
Séneca o a Plutarco y reconocer a través de la razón que todos
somos libres e iguales ante la ley? El humanismo tal y como lo
entendemos en la actualidad, y según está recogido en la
Declaración de Derechos humanos, no está vinculado totalmente con
la formación humanística. No niego que los modernos recurren a
menudo a los antiguos y a la cultura humanística para apoyar sus
argumentos; En el Renacimiento, el Humanismo está íntimamente
asociado con el arte de la retórica y de la elocuencia que se
remonta a los sofistas griegos. La Ilustración continúa el
antropocentrismo renacentista, pero, a partir de Descartes, se
produce una separación radical entre el hombre y la naturaleza que
dará lugar a la aparición del sujeto como nueva figura de la
modernidad.
La
modernidad surge culturalmente con la irrupción del humanismo y
filosóficamente con la venida de la subjetividad. A lo largo de su
admirable Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento,
Cassirer se dedica a mostrar cómo la revolución cartesiana, que
confirma “la costumbre de situar en el Cogito cartesiano el
comienzo de la filosofía moderna”, ha sido preparada por las
diversas corrientes humanistas de la filosofía del Renacimiento.
El
humanismo contemporáneo se enfrenta principalmente con el problema
del Historicismo, es decir, con la muerte de todos los valores,
incluidos los derechos humanos, en el momento en que la historia se
convierte en todo real a partir de Hegel, y destruye el ámbito de
los valores intemporales y eternos.
Leo
Strauss, considera que la modernidad se define a partir de la nueva
figura del sujeto. Sostiene que la crítica de la modernidad tiene
como principal objetivo superar la metafísica de la subjetividad;
por consiguiente, superar el humanismo es considerado como un paso
necesario para superar los males de la modernidad, como los
colonialismos y los totalitarismos.
La
modernidad surge del humanismo, y por otra, desemboca en los
totalitarismos, es muy tentador identificar los totalitarismos
modernos con las ilusiones del sujeto y del humanismo. Este argumento
anti humanista ha recibido merecidas críticas por parte de los
defensores de los Derechos humanos, pues rechazar el humanismo
implica, renunciar a los derechos del hombre como uno de los logros
más importantes e irrenunciables de la modernidad.
Los
conservadores defienden el sometimiento y la obediencia a un poder
superior a las voluntades individuales, pero, a falta del fundamento
divino, recurren a otra forma de exterioridad: la sociedad. Los
conservadores se oponen a la libertad de los modernos, y, por tanto,
a los valores de la modernidad como la libertad y la igualdad. El
humanismo defiende la idea de libertad contra cualquier poder
trascendente que impida al hombre liberarse de las ataduras de la
tradición y de la naturaleza.
Ni
los valores sociales, ni con el conservadurismo que se opone a las
transformaciones de las sociedades modernas que buscan su propio bien
a través de la capacidad humana de perfeccionarse a sí mismas; La
sociabilidad del hombre no se opone a la libertad individual, ni la
perfectibilidad del hombre se opone a la defensa de un mundo humano
compartido. La disputa entre liberales y comunitaristas no
corresponde exactamente al dilema del humanismo de acuerdo al
pensamiento moderno.
La
Crisis de la Modernidad
La
prueba de cada civilización humana está en la especie de hombres y
mujeres que en ella se produce. Pues bien, ¿qué tipo de hombres,
mujeres y niños está produciendo la globalización y la
posmodernidad en la civilización actual, cuando el capitalismo
global pragmático y hedonista ha significado el aumento brutal de la
frivolidad, la miseria y exclusión social? Verdaderamente, el hombre
no se agota en la realización de los valores específicamente
biológicos y más bien es un “ser vital capaz de espíritu”. De
este modo, los fines del hombre como ser vital tiene que servir, en
último término, al saber culto. Pero ahora el eje cultural de la
globalización posmoderna no es ya la idea humanística del saber
culto sino la idea postmoderna del saber divertido. ¡Esto es la
agonía de Fausto!, el personaje goethiano que simboliza al hombre
que conquista el mundo, pero que se pierde a sí mismo. La
civilización moderna se consagró febrilmente a la investigación
científica, la innovación tecnológica, el desarrollo económico, a
mejorar las estructuras sociales y el Estado, pero olvidó lo
fundamental: cómo transformar y revitalizar el ser humano.
La
civilización tecnológica por sí misma es incapaz de fundamentar
una región independiente de valores, necesita como contrapeso una
cultura espiritual intensificada. De lo contrario, mutila al hombre
de su vida interior, dejándolo inerme en medio de una sociedad de la
sensación, de una sociedad transaccional sin valores, que reemplaza
su capacidad creadora por su capacidad consumista de los medios
tecnotrónicos a su alcance.
La crisis del hombre en la
globalización va más allá de lo económico-político, hunde sus
raíces en lo ético-moral. Pero la crisis moral encuentra su
fundamento en una visión metafísica determinada. El actual
neodogmatismo cientificista ultraliberal se basa justamente en la
edificación de una sociedad transaccional sin valores superiores.
El
Humanismo y la Formación de Valores
La Condición Humana
Sartre
considera que no existe la o naturaleza humana. Esto quiere decir que
en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen el ámbito
de posibles comportamientos o el de posibles características que
podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: por
poner dos ejemplos muy distintos, desde las teorías religiosas se
defiende que el hombre, todo hombre, tiene un alma y que ésta es
precisamente su naturaleza; desde las teorías naturalistas como la
de la biología se indica que nuestra constitución genética y
biológica se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los
hombres de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza
la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda
determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él
el hombre en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras
elecciones y acciones forman el perfil de nuestra personalidad. Estos
límites son comunes a todos los hombres; es el marco general
en el que invariablemente se desenvuelve la vida humana. Resume este
marco básico de la vida humana en los puntos siguientes:
1.
Estar arrojado en el mundo;
2.
Tener que trabajar;
3.
Vivir en medio de los demás;
4.
Ser mortal.
Educación
con Enfoque Humanista
1.
INTRODUCCIÓN
Las
transformaciones socioculturales originadas desde el último tercio
del siglo XX han
planteado desafíos a la educación. Someramente
podríamos caracterizar estos cambios
del siguiente modo:
1)
La globalización y sus efectos, tanto positivos como negativos, ya
que “la globalización,
siendo portadora de innegables
potencialidades que pueden favorecer la vida en la
sociedad, no
garantiza que el mundo futuro va a estar más unido políticamente,
va a ser
más equitativo económicamente, socialmente más solidario
y culturalmente más rico”.
2)
El desarrollo de las tecnologías de comunicación e información que
nos induce a
referirnos a la sociedad del conocimiento o de la
información como contexto global d
el accionar humano. Este continuo
desarrollo y flujo de información promueve grandes
cambios
organizacionales en diferentes niveles.
3)
La denominada condición posmoderna caracterizada por un acentuado
individualismo,
escepticismo y superficialidad que induce a la
ausencia de compromisos personales y
sociales, de proyectos a futuro.
Asociada esta condición al mencionado desarrollo de las
tecnologías,
el ser humano vive un mundo en el que pueden plantearse estas
opciones:
1)
futuro y aceptación de los avances técnicos a cualquier precio;
2)
negación de toda perspectiva de futuro y aceptación de lo presente
y efímero como única
realidad;
3)
comprensión del presente enlazado a un pasado y proyectando el
futuro.
4)
La consideración de la educación como respuesta a los problemas que
plantean los
cambios anteriormente mencionados. Asociado esto a la
necesidad de reestructurar los
sistemas educativos, de adecuar la
formación docente, de ofrecer nuevos enfoques y
contenidos.
EL
DESAFÍO DE UNA EDUCACIÓN HUMANISTA
Una educación integral
Pretendemos
reflexionar sobre la necesidad de una formación integral de la
persona,
porque una visión sesgada o unilateral en cuanto a la
formación humana lleva a un
retroceso en otros aspectos del
crecimiento humano. En el proceso educativo cuando se
acentúa el
desarrollo en un solo sentido se crean seres humanos incompletos:
todo plan de
estudios que tienda al equilibrio debe ofrecer promover
el desarrollo en ciencias, en
técnicas, en letras, en moralidad, en
vida política, en vida afectiva de los educandos; como
decía Andrés
Bello en uno de sus discursos “todas las facultades humanas forman
un
sistema, en que no puede haber regularidad y armonía sin el
concurso de cada una. No se
puede paralizar una fibra, una sola fibra
del alma, sin que todas las otras se enfermen”.
Formación
de Valores: Una Ética Social
La
educación en valores es un proceso sistémico, pluridimensional,
intencional e integrado
que garantiza la formación y el desarrollo
de la personalidad consciente; se concreta a
través de lo
curricular, extracurricular y en toda la vida universitaria. La forma
de
organización es el Proyecto Educativo.
La
personalidad es "un sistema de alto nivel de integración de
funciones síquicas del
individuo, un complejo de formaciones
estructuradas sobre ciertos principios que funcionan
dirigidos a un
objetivo".
El objetivo constituye el
sentido fundamental de la actividad del individuo, se expresa en el
proyecto de vida que es "el conjunto de representaciones
mentales sistematizadas sobre
cuya base se configuran las actitudes y
disposiciones teóricas del individuo, y que para
ejercer una
dirección autentica de la personalidad, este modelo debe tomar una
forma
determinada en la actividad social del individuo y en las
relaciones con las personas.
universidad Popular Autónoma ce Veracruz.
Lic. Criminologia y Criminalistica.
Materia.- Filosofia del Pensamiento Humanista Contemporaneo.
Alumna.- Verónica Arriaga Romero.